Cuando calza unas zapatillas y viste
ropa deportiva, su figura se torna inconfundible. Trota tranquilo,
pausado, suave y, pese a una apariencia de maquinaria pesada, parece
ir flotando con comodidad y sin aspavientos. En él no hay lugar para
la crispación. La tensión no aparece jamás. Sonrisa perenne
mientras habla de todo y con todos. Así corre. Así es. Si hubiera
sido torero, Juan Belmonte (legendaria figura de hace casi un siglo)
habría visto en él lo que vio en sí mismo: “Se torea como se
es”. En la vida y en las carreras, Pepe Sosa Cárdenas (Coria del
Río, 1-9-1952) es un hombre de largo recorrido que mueve una montaña
de humanidad con pasmosa armonía. Sabe muy bien dónde están sus
metas y también sabe muy bien que las va a conseguir. No le importa
cuándo. Sí le importa cómo. Llegará al final y lo hará en unas
condiciones tales que podrá afrontar el siguiente reto no más
cruzar la línea.
Cuando vio la primera luz en el número
12 de la calle Santa María, ya venía algo sobrado de peso. La
criatura dio seis kilos en la balanza. Siempre ha llevado algún kilo
de más. Pero también siempre se ha movido con desenvoltura, con
elegancia, con agilidad... Con un porte que ya quisiéramos algunos.
Pepe está casado “con mi mujer, claro, con quién si no”. Ella
se llama Ángela y ambos tienen dos hijos, Ana María (34 años) y
José Miguel (31), “que ya están criaditos y comen solos”. Tiene
su trabajo en la Secretaría General del Ayuntamiento de Coria. Su
hobby principal es correr, lo cual, para él, es disfrutar por encima
de cualquier otra consideración. De carácter extrovertido,
encuentra en las relaciones humanas y en la soledad de los caminos
los contrapuntos idóneos para alcanzar su felicidad. Hablar y
evadirse. Así gana más. Así gana siempre.
-¿Cómo, cuándo y por qué decides
ponerte a correr y no a otra cosa?
-A primeros del año 96, un amigote de
El Viso que hacía atletismo me invitó a una carrerita. Yo sólo
jugaba al futbito un par de horas los sábados. Era febrero de ese
año, no se me olvida, y, gracias a este amigo, fui a la carrera del
Casco Antiguo. Eran unos 8 kilómetros y, como yo no estaba inscrito,
me buscó un dorsal.
Pepe Sosa muestra a la cámara su inconfundible sonrisa en la carrera popular El Naranjo del año pasado |
-Así que la primera carrera la
haces sin prepararla. Sólo por ver cómo era.
-Mira. Empezábamos en la Plaza Nueva y
cuando íbamos por la Puerta de Jerez ya me dije: “Esto no es el
futbito”. Iba con la lengua fuera. Tuve que echarla abajo y me dije
que aquello había que tomárselo con más tranquilidad. Y así lo
hice. Fui más tranquilo y aguanté hasta el final, pero con
muchísimo trabajo. Dos semanas después corrí en San Pablo y me
llevé a mi compañero Salvador, el Moro, que no había hecho deporte
nunca. En sus primeras carreras tenía que parar a vomitar, pero
después del vómito se ponía a correr otra vez.
-Hasta ese momento, ¿qué otros
deportes habías practicado?
-Pues sólo el fútbol, el futbito a
nivel de aficionado. Nada más. He jugado varios años el torneo de
veteranos en el campo del Coria, incluso después de haber empezado a
correr. Y ahí ya había una diferencia, me notaba mucho más fondo,
pero también unos movimientos más lentos. En fin, no había quien
me cansara, pero tampoco daba un sprint.
-Viéndote correr, uno piensa: “Éste
no corre para ganar”. ¿Para qué corres?
-Corro para disfrutar. Y para llegar a
la meta.
-Juan Belmonte dijo: “Se torea
como se es”. ¿Ese aserto es extrapolable al atletismo? ¿Uno corre
como es?
-Yo, cuando corro, voy saludando a todo
el que me encuentro. Y la gente me saluda a mí. Y, hombre, los que
son allegados lo entiendo, pero a veces me encuentro con gente que me
dice: “Pepe, adiós”. Y yo no sé ni quiénes son, ni de qué los
conozco, ni nada. Si me los encuentro más tarde, les pregunto. Y ya
se entabla una conversación en la que me explican que hablaron
conmigo en tal o cual carrera, que si corriendo íbamos hablando, o
que yo le di agua en no sé dónde… En ese aspecto soy muy
extrovertido y me meto en las charlas de todo el mundo y al final de
la carrera pues ya se entabla una conversación de la que surge
cierta amistad.
-Empezaste en el 96. ¿Qué ambiente
de atletismo había entonces en Coria?
-En el 96 no había club y como yo
estaba en la peña taurina Manolo Corona, que estaba arriba de la
Avenida, pues las primeras inscripciones las hicimos desde allí como
peña taurina.
-¿Pero sólo las tuyas o también
las de los demás?
-No, no. Las de todos. Debo tener
guardadas relaciones de corredores que se inscribieron como Peña
Taurina Manolo Corona. Por ejemplo la nocturna del Guadalquivir. Allí
estaban Carlitos Regaña, Mixto, Eduardo… infinidad de gente. Yo
los inscribía a todos y mandaba el fax a la organización.
-Un año después de eso ya se fundó
el club…
-En diciembre del 97. Y yo estaba entre
los fundadores.
-¿Qué recuerdos tienes de esa
época?
-La verdad es que no tengo claro ni
dónde fue. Fue en algún sitio en el que habíamos quedado gente que
corría. Me acuerdo de algunos, como Dominguito Lago, Francisco
Campos, su hermano Miguel, que fue el que nos hizo la gestión para
dar de alta el club… Pero hay muchos de los que no me acuerdo. Ni
siquiera del sitio. Me suena que fue en el pabellón, pero tampoco
estoy muy seguro.
-¿Cómo has vivido el cambio desde
que el club se gestó a lo que ha llegado a ser quince años después?
-Un cambio bárbaro. Ahora, gracias a
Francisco Herrera, hay una infraestructura. Yo siempre digo que
Francisco es el alma máter de este club. El día que él no esté lo
vamos a pasar un poco canutas. El ha organizado y ha coordinado
muchas cosas, desde la gestión del propio club, hasta eventos
puntuales, como carreras, inscripciones, cobros y tal. Algunas veces
no sé ni de dónde saca tiempo. Yo, cuando hago una inscripción, me
cuesta la propia vida: entre ir al banco y ponerte en la cola, mandar
el fax, confirmarlo. Hombre, él cuenta con sus conocimientos de
informática, pero no me explico cómo le da tiempo a todo.
“Mientras
corro, me olvido de la mayoría de los problemas. Tiene que ser algo
muy gordo para que no sea así”
-Cuando corremos, ¿qué es más
importante, el cuerpo o la mente?, ¿o todo es uno?
-Mientras vas corriendo, por lo menos a
mí me pasa, te olvidas de la mayoría de los problemas. Tiene que
ser algo muy gordo para que no sea así. Y si el esfuerzo que voy
haciendo es alto, también soy capaz de olvidar los problemas gordos.
En el momento en que paras, llegas a la meta o acabas el
entrenamiento, esos recuerdos vuelven otra vez y te vuelven a decir
lo que hay. Pero durante esa hora, dos horas o lo que sea, te olvidas
prácticamente de todo. Te concentras…
-¿Es más un tiempo de meditación?
-Sí. Pero también te da tiempo de
pensar en muchas cosas. A veces, cuando estás por ahí, tú mismo te
analizas y te dices: “¿Yo qué hago aquí? Pero si esto es de
locos”. Hombre, una carrerita de esas cortas no tiene importancia
ninguna, pero te metes 24 horas en Ronda, por esos campos de Dios…
De todos modos, son momentos que se te quedan grabados y no los
olvidas. De cada carrera se guarda un recuerdo. Es algo parecido a lo
que ocurre con las camisetas, motivo por el cual tengo aburrida a mi
mujer. Y es que son cientos de camisetas y yo no quiero que tire
ninguna, porque cuando veo alguna camiseta me trae recuerdos de las
vivencias de aquella carrera. Entonces, le digo a mi mujer: “Cuando
vayas a tirar una camiseta o la vayas a utilizar para trapo, corta el
logotipo de la carrera que sea, que yo no lo vea”. Claro, si no me
da un disgusto.
-El club te ha distinguido varias
veces con el Premio a la Constancia. ¿Es la constancia una de tus
virtudes?
-Era más constante al principio.
Recuerdo que entonces iba con muchas ganas y con mucha fuerza. Y no
es que ahora no las tenga, lo que pasa es que ahora diversifico más
el esfuerzo. Yo recuerdo haber salido con Salva a las diez y media o
a las once de la noche y llegar hasta el final de La Puebla y
volvernos para atrás. Ya hiciera frío, calor, lloviese, lo que
fuera. Y hoy en día, ya eso no…
-¿Cuál es tu motivación ahora?
-La única motivación ahora es la de
mantenerme en forma. De hecho, ahora llevo una temporada en la que
prácticamente no entreno y la carrera del domingo es la que me sirve
de entrenamiento. Quieras o no, al no tener ese fondo, hay que
regular mucho más. Hay que ir a un ritmo más lento para poder
llegar bien a la meta y que al día siguiente no te pase factura ni
en el trabajo ni en nada. Últimamente estoy muy cansado y con pocas
ganas de correr. Eso sí, estoy saliendo por las tardes a andar, y
una hora o dos caen casi todos los días. Aunque estoy viendo por ahí
una marcha-carrera-trail que se llama la Turdetania, que me está
picando el gusanillo para hacerla. Ya veremos cuando llegue la fecha.
-¿Qué características positivas
de la vida del corredor has extraído para aplicarlas en tu vida
personal y viceversa?
-Pues lo que me ha dado es estar
siempre preparado. Me mantiene fácil, ágil. Ves a otras personas
que cada vez están más pesadas, casi no se pueden mover. Y esto te
mantiene en una línea recta, sin altibajos.
-Sueles apuntarte a muchas carreras…
-A todo lo que sale (risas).
-¿Qué tipo de carreras te gustan
más?
-Estoy haciendo últimamente el trail,
las carreras de montaña, en el campo… Desde mi punto de vista, yo
creo que es el futuro. No hay las mismas exigencias que en la carrera
corta, no pisas sobre asfalto, puedes aprovechar las vistas que te
ofrece el poder correr al aire libre, por la montaña. Por otro lado,
tiene el inconveniente de que son carreras que se celebran lejos y
obligan a estar más tiempo lejos de la familia. También, para no ir
solo, tengo que ir con un grupo de gente que a veces no localizo. Si
yo tuviera que ir a las carreras solo, muchas veces no iría.
Entonces te buscas un grupo que te anima, que te ayuda, que te
orienta un poco. Al principio salía con mi compañero Salvador, que
siempre ha sido el que me ha acompañado hasta que lo dejó hace ya
unos años. Pero me he buscado a otros tres o cuatro y he seguido
adelante.
-¿Cómo vives los momentos previos
a una carrera?
-Perdiendo mucho el tiempo, porque
llego y empiezo a saludar a uno y a otro…
-O sea, que… tensión, cero.
-Tensión, cero. No merece la pena. Me
he hecho de un grupo de amigos de otros clubes que nos conocemos
todos, y cuando nos vemos nos saludamos y nos llevamos así un rato.
Amistades, a tope. Gente que llega y no tiene dorsal y hablo con unos
y con otros hasta que encontramos un dorsal; carreras a las que me
voy a inscribir y ya no quedan dorsales, pero me dicen que no me
preocupe, que ya buscarán uno… Eso lo crea la convivencia que se
genera en los momentos previos y posteriores a la carrera. Es lo que
dices: tensión, ninguna. Hombre, si la carrera es un poco larga sí
voy más preocupado porque no sé si voy a resistir con el poco
entrenamiento que llevo. Pero sé que al final la carrera la hago,
aunque la termine a gatas.
-Has corrido varias veces el maratón
de Sevilla. ¿Cuántos van ya?
-En febrero del 96 fui a verlo por
primera vez con Salvador, que, hasta que lo dejó, ha sido un
compañero mío inseparable. Vimos la carrera en varios puntos y
dijimos que eso lo teníamos que correr nosotros. Y corrimos el
primero en febrero del 97. Yo prácticamente, entre comillas, no he
dejado de correrlo todos los años. Y digo entre comillas porque ha
habido años que no lo he corrido entero por falta de fondo o porque
no me lo había preparado. Pero, vamos, el medio maratón sí que lo
he hecho. Cuando no lo hago entero, me gusta hacer la salida, corro
seis, ocho o diez kilómetros, corto un poco y me voy al punto del
medio maratón y desde ahí corro hasta el final. Eso lo he hecho
sobre todo los últimos años. Los primeros, no. Los primeros los
corrí entero, aunque en el kilómetro 33 ó 34 tenía que echar pie
a tierra y, con mucho trabajo, llegar a la meta andando y trotando.
Llegada a la meta en el maratón de Sevilla de 2010 cuando hizo 5 horas y 10 minutos, ya con el control cerrado. |
-¿De cual tienes mejor recuerdo?
-Los primeros los hacía en cuatro horas y cuarto, cuatro horas y veinte, cuatro horas y media... Pero guardo muy buen recuerdo de uno, hace dos o tres años, en el que hice cinco horas y diez minutos. Me habían cerrado el control y todo. En el kilómetro 38, por el puente de la Barqueta, me adelantó el coche escoba. Claro, hay otros maratones que dan más margen y cierran el control en cinco horas y media o seis horas, pero el maratón de Sevilla está limitado a cinco horas. Iba con un amigo y le dije que se adelantara y que me hiciera la foto. Y ahí tengo mi foto con cinco horas y diez minutos. Y, además, ese fue el único maratón en el que no me he llegado a parar.
“He
subido el Veleta, he corrido el maratón y los 101 kilómetros de
Ronda, pero la carrera más dura fue una milla en Utrera”
-¿Cuál ha sido la carrera más
dura que has corrido?
-Los 101 kilómetros de Ronda son
bastante duros, pero tienes mucho tiempo para terminar. Es una
carrera dura por el agotamiento. Pero yo creo que las más duras son
las dos o tres subidas que hemos hecho al Veleta. El tiempo allí no
es el mismo, es muy desagradable, hace mucho viento, mucho frío…
-Y también poco aire para respirar,
¿no?
-No, no creas. El ritmo que llevamos
nosotros no nos exige tanto aire. Nosotros vamos trotando la mitad de
la carrera y la otra mitad la hacemos entre trotando y andando, así
que por ese aspecto no hay problema, porque nos vamos adaptando al
desnivel poco a poco. Esa falta de oxígeno sí la notan los que
llevan un ritmo fuerte y en poco tiempo acumulan un gran desnivel,
pero nosotros no... Ah, hablando de carreras duras, tengo un trofeo,
segundo de mi categoría de veteranos, en una nocturna en Utrera…
Fue un 30 de agosto. Esa ha sido para mí la carrera más dura que he
corrido, más incluso que los 101 kilómetros de Ronda. Era una
milla, 1.609 metros, tardé 6 minutos y poco. Es decir, corrí a 4
minutos y muy poco. Llegué al vestuario y me faltaba el aire. Creí
que me daba algo. En esa carrera hice un calentamiento como no lo
había hecho nunca. Lo hice con el Mixto. Progresiones,
estiramientos… Hice tres millas en vez de una.
-¿Qué otros recuerdos te vienen a
la mente?
-La primera vez que fuimos Salvador y
yo a los 101 kilómetros de Ronda hubo un caso muy curioso con un
brigada que vive en Utrera, que después se hizo muy amigo nuestro.
El hombre era especialista en el Ejército en movimientos nocturnos.
En esa carrera, cuando salíamos de Setenil, nos llamó la atención
algo entre unos vecinos de allí. Fue un detalle que al principio
parecía insignificante. Vimos a un niño que se acercaba a unos
padres que estaban viendo la carrera y notamos algo raro. Pero,
claro, íbamos corriendo y no pudimos percibir nada con claridad.
Unos kilómetros más adelante vimos a un participante que venía
hacia atrás preguntando si habíamos visto una cartera donde llevaba
toda su documentación personal, la militar, las tarjetas de
crédito... Le dijimos que no sabíamos nada de cartera, pero que
habíamos visto una situación algo extraña en un mirador a la
salida de Setenil. Le dimos algunos detalles más y el hombre siguió
hacia el sitio que le indicamos y, efectivamente, allí estaba su
cartera intacta. Luego, como era más rápido y estaba más fuerte
que nosotros, nos alcanzó y, en agradecimiento, se quedó con
nosotros hasta el final. Y como estaba acostumbrado a los
desplazamientos nocturnos y nosotros no llevábamos frontiles ni
luces ni nada, nos fue guiando e indicando por dónde teníamos que
pasar y pisar. Él veía todos los charcos y todas las piedras y
nosotros no éramos capaces de ver nada. Mucha gente lleva una serie
de cosas que le ayuden en la carrera… Y yo he ido dos veces a Ronda
y no he llevado nada. Una riñonera con cuatro cosas que ni siquiera
he usado.
“Me
gustaría volver a correr con mi amigo Salvador, a quien echo mucho
de menos”
-Has hablado mucho de tu compañero
Salvador. ¿Por qué lo dejó y cómo ha influido en ti?
-No lo sé exactamente. Bueno, sí
pienso algunas cosas, pero no las voy a decir, porque son motivos
personales en los que, lógicamente, no voy a entrar. También pienso
que, aparte de esa idea que yo tengo, él tenía una motivación en
sus padres. Mientras sus padres vivían él salía a entrenar y a
correr. Pero cuando sus padres faltaron, se notó el bajón.
-Recuerdo que hace unos tres o
cuatro años hicisteis juntos la travesía Coria-El Rocío que
terminó en Hato Blanco…
-Pues creo que esa fue la última. Ya
llevaba algo más de un año sin correr. Y se metió a hacer la
machada. Y la hizo. Allí al lado del coche de Protección Civil,
medio andando, pero la hizo. Me gustaría volver a correr con él,
porque lo echo mucho de menos.
-¿Qué te ha dado el atletismo?
-Muchas satisfacciones, sobre todo por
haber conseguido hacer cosas que pensaba que nunca iba a ser capaz de
hacer. Retos deportivos, retos de gran esfuerzo como la carrera de
Ronda… Cuando digo que yo he corrido en Ronda, algunos me miran y
no se lo creen. A propósito de Ronda, hay otra anécdota de cuando
fuimos la primera vez a hacer los 101 kilómetros. Antes de ir
estuvimos indagando a ver quién la había corrido en años
anteriores para que nos informase. Miguel Campos nos dijo que él
sabía de un señor que había ido varias veces. Era Juan Crespo, un
contratista que vivía por el almacén del Pollo. Fuimos a verlo
Salvador y yo a su casa y el que estaba era el hijo. Cuando le
dijimos el motivo de la visita nos echó una mirada de arriba abajo.
Nos dijo: “¿Vosotros vais a hacer esto? Pero si yo con el coche
acompañando a mi padre las he pasado canutas”. Juan Crespo es un
atleta conocido a nivel de Sevilla e incluso fuera. Formaba parte de
un grupo al que creo que llamaban Los siete magníficos.
-Has practicado yoga. ¿Te ha
servido esta práctica para aplicarla a las carreras?
-El yoga, más que a la hora de correr,
me ha servido para encontrarme un poco con mis pensamientos, con mi
yo interior. Lo que sí me ha servido para correr ha sido el Pilates,
porque me ha ayudado a hacer lo que normalmente no hago: el
estiramiento. Yo me he mantenido bastante bien mucho tiempo sólo con
hacer dos o tres días de Pilates. Este año no ha salido el curso y
lo estoy notando, me noto menos fuerte. Pero, bueno, habrá que
seguir, ¿no?
Pepe Sosa saluda a la cámara en el medio maratón Sevilla-Los Palacios de 2009 |
El
encuentro de una podóloga y su “maestro”
Pepe Sosa no quería dejar pasar la
oportunidad para hablar de Sandra Sánchez, su podóloga. “Sandra
es un capítulo aparte. Yo había ido a correr a Niebla e iba con un
dolor en el pie derecho que iba a reventar. Me había dado ya dos o
tres sesiones con el fisioterapeuta, que pensaba que el problema
podía ser de la fascia, pero no mejoraba. Se lo comenté a Francisco
Herrera y me dijo que buscara un podólogo. Ya me habían hablado
alguna vez de Sandra y fui a verla a su consulta. Fue llegar e
inmediatamente, a los dos minutos, me dijo que el problema era de los
metatarsianos. Y acertó de pleno. Estuvimos hablando un rato.
Recordamos una charla que había venido a dar al Ayuntamiento de
Coria, donde me presenté. Y allí, en su consulta, tenía alguna
foto mía corriendo. Ella va a muchas carreras a hacer fotos de gente
corriendo y así va viendo la pisada de cada uno. Le pregunté que
por qué tenía precisamente la mía. Y me dijo algo que me
sorprendió: que yo, para ella, era su maestro. Muchas veces lo he
pensado. ¿Por qué dice eso? Ella sabrá los motivos. De hecho, en
el Facebook se refiere a mí como ‘mi maestro Pepe’. No sé. Ella
sabrá por qué”.
Pues averigüemos por qué. Sandra
Sánchez es podóloga y algo más. Es una profesional íntegra, con
una dedicación y con un amor por su trabajo inusuales: va a muchas
carreras sólo para hacer fotos de los participantes y analizar sus
diferentes maneras de correr. Y también es una persona a la que
merece la pena conocer. Ella también corre. Su disciplina son los
trails, larguísimas distancias por la montaña. Un día, en cuestión
de horas, perdió a Lala, su mejor amiga, lo cual la condujo a una
tristeza infinita. ¿Por qué llama “mi maestro” a Pepe Sosa?
“Llevo toda mi vida deportiva viendo a Pepe. Cuando di mi charla
para el Club Atletismo Coria en el año 2005, allí estaba él. Se
presentó al acabar la charla y desde entonces lo he seguido. Cuando
hacía mis fotos, él era una de las personas que aparecía. Yo
siempre me preguntaba cómo un hombre con sus características
físicas podía estar incluso en dos carreras el mismo fin de semana.
Lo admiraba en silencio y pensaba que de mayor quería ser como él.
Cuando tuvo su recaída en el pie, se presentó
en mi consulta preocupado porque pensaba que no iba a volver a
correr. Comenzamos nuestro tratamiento y empezamos a hablar de
carreras. Le conté la historia de mi amiga Lala.
Le dije que el empezar a correr por la montaña era para que mi mente en ese tiempo de carreras se recuperara de la presión que, aunque nadie lo note, tengo. Su pérdida ha sido para mí algo de lo que aún me cuesta hablar sin llorar y pensar sobre la vida y sobre mi vida, algo que a veces no apreciamos. Y sólo en la montaña soy capaz de hacerlo. Entonces él me dio un ejemplo de humanidad, de cariño, de amabilidad y de sabiduría. Cuando me di cuenta, le había contado mi vida y allí estaba él escuchándome, sin pestañear, dándome sabios consejos y demostrándome que, efectivamente, correr no es ganar, sino disfrutar, relacionarse, evadirse… Me propuso hacer maratón y yo le propuse entrenamiento en la montaña. Ambos cumplimos nuestros objetivos. ¿Por qué le digo mi maestro? Pues mira, en mi carrera profesional ha habido varios pacientes que han marcado mi vida, que siempre están en la sombra y con los que el cariño es mutuo. Me ayudan mucho sin darse cuenta. Son Francisco Herrera, Miguel Fernández Olivero, Carlos Madrid, Manuel Venegas, Gloria Gallego, Soledad Lopera, Mamen Sáez... y Pepe Sosa, que por ser el mayor en edad y tener más experiencia de la vida, ya no sólo deportiva, me enseña con cada consejo, con cada palabra e incluso con cada sonrisa. Por eso es mi maestro. Aprovecho para agradecerle todo lo que hace por mí desde la sombra y para que sepa todo el mundo que es una gran persona. Desde aquí le mando mis mejores deseos para él y para toda su familia”.
Le dije que el empezar a correr por la montaña era para que mi mente en ese tiempo de carreras se recuperara de la presión que, aunque nadie lo note, tengo. Su pérdida ha sido para mí algo de lo que aún me cuesta hablar sin llorar y pensar sobre la vida y sobre mi vida, algo que a veces no apreciamos. Y sólo en la montaña soy capaz de hacerlo. Entonces él me dio un ejemplo de humanidad, de cariño, de amabilidad y de sabiduría. Cuando me di cuenta, le había contado mi vida y allí estaba él escuchándome, sin pestañear, dándome sabios consejos y demostrándome que, efectivamente, correr no es ganar, sino disfrutar, relacionarse, evadirse… Me propuso hacer maratón y yo le propuse entrenamiento en la montaña. Ambos cumplimos nuestros objetivos. ¿Por qué le digo mi maestro? Pues mira, en mi carrera profesional ha habido varios pacientes que han marcado mi vida, que siempre están en la sombra y con los que el cariño es mutuo. Me ayudan mucho sin darse cuenta. Son Francisco Herrera, Miguel Fernández Olivero, Carlos Madrid, Manuel Venegas, Gloria Gallego, Soledad Lopera, Mamen Sáez... y Pepe Sosa, que por ser el mayor en edad y tener más experiencia de la vida, ya no sólo deportiva, me enseña con cada consejo, con cada palabra e incluso con cada sonrisa. Por eso es mi maestro. Aprovecho para agradecerle todo lo que hace por mí desde la sombra y para que sepa todo el mundo que es una gran persona. Desde aquí le mando mis mejores deseos para él y para toda su familia”.
Aclarado. Y
definido. Así es Pepe Sosa Cárdenas.
Jesús M. Martínez Sosa
Jesús M. Martínez Sosa
Todo un placer conocer a esta autentica figura del atletismo sevillano. A veces quien más corre no es el que deja más huella.
ResponderEliminarLa filosofia de Pepe de correr por disfrutar es todo un estilo de vida, con el que me identifico plenamente. Todo un ejemplo a seguir.
Y que siga así muchos años más.
Todo un ejemplo en el atletismo popular, nº1 en cordialidad y amistad, ahí esta siempre para darte la mano y su aliento cuando lo necesite. Grande don José.
ResponderEliminareste es mi idolo¡¡¡¡ pepe ere un mostro¡¡¡¡¡
ResponderEliminartelo mereces pepe enhorabuena el mejor.
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